Zona 2.

Me así a ello sin sentir que no me dejase marchar y de hecho así era: nunca existieron cadenas. Pero un día llego el viento más fuerte y más cálido y me hizo volar otra vez. De nuevo, dije adiós…

Te vas,

poco a poco, lo sé. Te marchas dejando un surco de luz en el horizonte. Pero ahora la luz hace mella agrietándome la piel. Duele sentir el silencio. El vacío de saberte tan lejos. Se cierra otra puerta en mi corazón y yo me trago la llave.

La simple idea

de que un día fuiste es el mayor de mis tormentos. Y, sin embargo, el solo recordarte me llena de humedades y desvelos.